Emociones

images¿Existen emociones “buenas” y emociones “malas”? Con frecuencia oímos hablar de emociones “positivas” y emociones “tóxicas”. La emoción es un proceso psicológico que nos prepara para adaptarnos y responder al entorno. Toda emoción tiene una función bastante concreta, incluso aquellas que nosotros consideramos “negativas”. La tristeza es una de nuestras emociones primarias o más básicas y tiene una función reintegradora que suele conducirnos hacia la introspección. Está científicamente demostrado, que cuando uno está triste, sus funciones; su organismo, se ralentiza para dar paso a un estado que permita una mayor capacidad reflexiva. Tendemos a mirar hacia dentro para encontrar nuestro equilibrio; estamos más centrados en nosotros mismos.

Cuando se produce un cambio o alteración, ya sea interno o externo, que nos perturbe, nuestro organismo echará mano de los recursos autorreguladores necesarios para adaptarnos a ello y restablecer nuestro equilibrio (a este proceso se le llama “homeostasis”).Nuestro cuerpo es sabio y sabe que sólo a partir del equilibrio podrá funcionar plenamente. Las distintas emociones son parte de ese paquete de recursos que sirven para garantizar ese equilibrio, siempre que no se conviertan en patológicas. Es natural sentir todo el conjunto de emociones de forma ocasional; es normal sentir tristeza durante un abandono o duelo, miedo ante un estímulo que percibimos como amenazante, ansiedad ante una experiencia perturbadora, etc. El problema es quedarnos instalados en una emoción y convertirla en estado de ánimo cuasi permanente. La tristeza es sana siempre que cumpla su función y luego pasemos a otra emoción, pero quedarse instalado en ella y convertirla en nuestra morada habitual,  desembocaría en depresión y melancolía y esto, ya no es tan adaptativo. Pero no sólo las emociones que consideramos que tienen un tono hedónico “desagradable” pueden convertirse en patológicas. Existe también la “alegría patológica”, lo que se conoce como “hipomanía” en su forma más moderada y “manía” en su forma más extrema. En este caso, también la alegría pierde su función adaptativa para dar lugar a un estado emocional bastante peligroso para la persona. Por tanto, el problema no son las emociones en sí, sino el uso que hacemos de ellas cuando no sabemos gestionarlas. Eso es lo realmente tóxico y no la emoción como tal. Es cierto que las emociones con tono «negativo», producen alteraciones en nosotros que de darse con asiduidad y persistencia, acabarán provocando un mayor desequilibrio, pero dado que es sabido que forma parte de nuestra naturaleza buscar nuestra propia felicidad, es de esperar que sintamos mucho más a menudo emociones que nos induzcan al positivismo que viceversa. La cuestión es que cuando ocurren acontecimientos que nos predisponen para sentir otro tipo de emociones, estas no han de reprimirse, sino sentirse para que no se queden enquistadas.

Dejemos de estigmatizar emociones y de prohibirnos sentir algunas de ellas por considerarlas “negativas”, “incorrectas”, “vergonzantes” o “socialmente inaceptables”. Toda emoción tiene un uso determinado y en la medida en que las sintamos en el momento en el que se presentan, las experimentemos y las dejemos marchar, mantendrán su sana función.

Permitámonos sentir y dejemos de reprimir nuestras emociones porque eso, es lo que realmente nos traerá a posteriori muchos más problemas. Gestionar no es sinónimo de reprimir, sino de aprender a canalizarlas y hacer el mejor uso de ellas. La experiencia me ha permitido llegar a la conclusión de que cuando reprimimos emociones tarde o temprano sufrimos una especie de efecto rebote que no hará más que dejarnos instalados precisamente donde no queríamos estar y dará paso a un comportamiento que no es ni mucho menos el que habríamos deseado.

¿Reprimen los niños/as sus emociones? Estos pequeños maestros se permiten sentir y expresar de la forma más desinhibida todo aquello que experimentan. Simplemente sienten la emoción, la expresan y la dejan marchar. Tomemos ejemplo de ellos. Cuando nos vamos haciendo mayores nos vamos mimetizando con las normas sociales y morales de lo que debemos sentir y lo que no y aprendemos a reprimir ciertas emociones. Esto no son más que influencias culturales. Pensad que lo socialmente aceptable suele variar de una cultura a otra. Obviamente existe un código que hemos de seguir y es aquel que garantiza el respeto hacia uno mismo y hacia los demás y, por tanto, uno no puede propinarle una patada a otro para descargar su ira, pero siempre hay maneras de canalizar de forma más adecuada este tipo de emociones en lugar de reprimirlas. Si sentimos rabia, podemos escribir aquello que sentimos en un papel, dialogar con la otra persona, hacer ejercicio, expresar lo que sentimos a un amigo e incluso embarcarnos en una guerra de almohadas. Busca tus propios recursos para gestionar tus emociones, pero no permitas que otros impongan lo que debes sentir y lo que no.

Intentemos ser lo más positivos posible pero démonos el permiso para sentir aquello que la circunstancias y nosotros mismos requiramos.

Fluyamos; seamos; sanemos.

Raquel García García.

Acerca de Raquel García

Raquel García García Terapeuta Transpersonal. Experta en Crecimiento Personal y Autoestima. Meditación, mindfulness, danza consciente. Tel. 639 318 014 Mail: raquel@garciagarcia.eu
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2 respuestas a Emociones

  1. Pablo dijo:

    Hermoso, completo, profundo y equilibrado, Raquel! Para un manual :-)) Me gusta mucho en particular cómo señalas eso del equilibrio, de no estigmatizar a ninguna emoción, ni de antemano ni luego de tenerla, porque si apareció, siempre será más saludable experimentarla que reprimirla o hacer como si no hubiera estado. Claro que, como dices, a la vez ella, por desagradable que sea, nos tiende un puente para aproximarnos a causas que, de otro modo, probablemente no veríamos (y aún ante ellas tampoco, pero eso es otro tema!) Un gran abrazo! pablo

    • Raquel García García dijo:

      Muchas gracias, Pablo. Me alegra mucho que el post sea de tu agrado. Nos gusta ponerle etiquetas a todo y de alguna manera solemos hacerlo también con las emociones clasIficándolas en buenas o malas, correctas o incorrectas, etc. y el resultado de esto es que acabamos reprimiéndolas, cosa muy perjudicial para nosotros. Te envío un inmenso abrazo de luz, amigo Pablo 🙂

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