Nunca es tarde

nunca-es-tarde.jpgHoy quería invitaros a reflexionar sobre algo que me ronda el corazón hace tiempo. Nunca es tarde para empezar a hacer algo que nos gusta. Si realmente sientes que es el momento de darle un aire nuevo a tu vida, de marcar un nuevo rumbo, lánzate a ello. No enfoques tu mirada en lo que los demás puedan decir o pensar, en si eres demasiado mayor para hacer esa actividad que siempre has dejado aparcada por atender a otras responsabilidades, por falta de tiempo, por pensar que sólo eran castillos en el aire o en si no eres lo suficientemente bueno. Eres tú quien vive contigo y quien elige su camino. Sucede que a menudo nos quedamos arrinconados debido a esos miedos y al ridículo y la vida pasa…nos pasa…¿quieres verla pasar tras los cristales o quieres formar parte activa de ella?  Nos quedamos atrapados en el pragmatismo, en el «por si acaso», en el qué dirán, en el «¿y si me equivoco?» y sí, no te voy a engañar, te puedes equivocar, pero si no lo intentas nunca lo sabrás y ¿acaso no está hecha la vida de eso; de aprendizaje? ¿cómo aprenden los niños a caminar y a hablar? pues simplemente cometiendo errores y retomando el rumbo. No te pido que apartes tus miedos o que los entierres en el jardín sino que los cojas de la mano, abandones el sofá y salgas a caminar con ellos. Que tus logros y tus tropiezos sean tuyos, teje tu vida con tus propias manos, porque todo sabe mejor desde ahí. Si tienes que volver a empezar 30 veces hazlo, reinvéntate, saca partido a todo lo que eres y llevas dentro…sal de tu zona de confort…te lo mereces.

Con amor,

Raquel García

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Inspírate

naturaleza-1-fondos-de-pantalla-con mi frase¿Hacia dónde miras mientras caminas? Hay belleza por todas partes; tan sólo hay que aprender a observar. Normalmente vamos tan embelesados con nuestros propios pensamientos que nos perdemos lo que realmente está pasando en cada momento; dejamos de sentir el viento en nuestra cara, los árboles meciéndose al ritmo de la brisa, las puestas de sol, las flores que se abren, los gestos de las personas al caminar…todo esto y mucho más está ahí fuera cada día para inspirarnos; para fortalecer nuestra pasión por la vida y nuestras ganas de seguir creciendo. Pero en lugar de atender a esto, solemos estar enfrascados en el tiempo que me queda para llegar a mi destino, en lo que aún tengo pendiente de hacer ese día o esa semana o incluso en algo que me pasó hace unos días y que todavía no he conseguido quitarme de encima. Si no somos capaces de percibir y saborear esos «pequeños milagros cotidianos» que ocurren cada día; si no podemos pararnos a oler el aroma de un buen café, deleitarnos con el canto de un pájaro, embriagarnos con la risa de un niño o ni tan siquiera pararnos a reconocer lo que sentimos …no será difícil sentirnos alienados y desmotivados. Si todo son prisas, quehaceres y responsabilidades te pierdes la vida y eso, sí que es una prioridad…vivir. Al fin y al cabo, nadie sabe cuánto tiempo estaremos aquí pero sí que, al menos durante esta existencia, estamos de paso…¡Carpe Diem!

Raquel García García

www.semilladeconsciencia.com

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La relación de ayuda.

love and friendship conceptMi reflexión de hoy va sobre la relación de ayuda. Y muchos se preguntarán a qué me refiero exactamente con esto.

Pues bien, “la relación de ayuda es una expresión particular del compromiso que cada individuo tiene de socorrer al prójimo que está luchando con las dificultades de la vida. Es una práctica común que se realiza en los más diferentes contextos: en la familia, en los grupos de amigos, en el ámbito del trabajo y del tiempo libre..” (http://escuela.med.puc.cl/publ/arsmedica/ArsMedica12/Elementos.html)

Cuando hablo de la relación de ayuda, pues, no me refiero sólo a las profesiones en las que esto tiene lugar como la de terapeuta, sino que lo hago extensible a todos aquellos ámbitos en los que nos relacionamos con otros, e incluso, con nosotros mismos. Nunca he entendido el apoyo emocional como una intención de salvar al otro ni de solucionarle sus problemas. De hecho, en la mayoría de ocasiones, cuando un amigo o familiar solicita nuestro apoyo compartiendo con nosotros su malestar no pretende que le solucionemos el asunto o que le digamos lo que tiene que hacer, sino simplemente solicita un corazón al que expresar su dolor porque la carga, compartida, suele ser menos carga. Y aunque lo solicitase, si tratásemos de ofrecerle esto, no estaríamos más que mermando su propia responsabilidad sobre sí mismo y lanzando mensajes indirectos a su inconsciente sobre su falta de capacidades para desenvolverse en esta vida. Obviamente, si se trata de un problema meramente pragmático, que está en nuestras manos solventar, sí que intentaremos ofrecerle esa posibilidad para que él o ella decida si es óptimo para su caso, pero cuando hablamos de conflictos emocionales o de asuntos que no tienen una posible solución inmediata no es ese el camino y la simple escucha en silencio o un diálogo amoroso, sin juzgar y con el corazón abierto puede ser altamente beneficioso y sanador para ese corazón que sufre.

Tampoco empatizar con el otro y ser compasivo pasa por tratarle como si fuese un niño, tenerle lástima o, algo que es muy habitual, restarle importancia a lo que le ocurre. No, el que sufre no busca tu condescendencia, sino tu apoyo y solidaridad y dirigirte de alguna de las formas anteriormente descritas, sólo desembocará en un malestar superior y un mayor deterioro de su autoestima, por mucho que en tu intención esté sólo ayudarle, porque esa persona, aun con su conflicto (que no olvidemos que todos los tenemos en mayor o menor medida), es una persona adulta y responsable, con capacidad de resiliencia y de transitar su propio sendero. El problema o dolor no menguará porque tú trates de quitarle importancia fruto de querer hacer más liviana su carga o incluso de considerar que para ti eso no es tan relevante o trascendental. Lo importante, en este caso, es lo que signifique para ese corazón y no para el tuyo.

Muchas personas se agobian ante el dolor ajeno porque se sienten inútiles cuando no pueden ofrecer una solución, pero no debemos olvidar que no es lo mismo compartir recursos que tratar de dirigir la vida del otro; no es lo mismo ofrecer la caña que el pescado y, en última instancia, no hay nada más sanador que un corazón vibrante dispuesto a escuchar y acompañar.

Y esto me lleva a lo que yo entiendo por acompañamiento terapéutico. Siento que un terapeuta cumple su misión cuando acompaña a la persona en su propio autodescubrimiento; cuando le guía en la tarea de encontrar sus propios recursos, sus propias respuestas y le ofrece herramientas que podrá poco a poco utilizar por sí mismo, para llegar a navegar por las aguas de la vida. El objetivo de una terapia no ha de ser hacer a la persona dependiente de la misma, sino precisamente lo contrario, enseñarle a descubrir sus propias capacidades y, en definitiva, a reconectarse con su propia luz.

Raquel García García

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Navidad y propósitos.

imagesMe gustaría invitaros hoy a una reflexión sobre la Navidad, su significado y esos propósitos que todos o muchos nos empeñamos en hacer cada año cuando llegan estas fechas.

He de reconocer que hasta hace algunos años no me gustaban nada estas fiestas. Me irritaba el consumismo, las cenas de obligado cumplimiento, la falta de tiempo que surgía para hacer otras cosas fruto de todo esto, etc. Lo cierto es que no me daba cuenta de que estaba poniendo mi atención sólo en la parte negativa y no en el provecho que sí podía sacar de estas tradiciones. Hoy en día mi concepto sobre la Navidad ha cambiado, porque yo he cambiado y porque le he encontrado un significado, mucho más allá del concepto religioso y de todos los adornos consumistas que le hemos añadido. Para empezar, si antes me molestaban algunos compromisos sociales que incluía, era porque quizás no me permitía poner límites y decir que no a lo que realmente sentía que tenía que decirlo. Ahora, al menos en lo posible, sólo acudo a aquellas reuniones a las que realmente deseo ir, de verdad; a aquellas reuniones en las que sé que mi corazón se colmará de buenos ratos y compañías, aquellas que me nutren y que son sentidas. Es la única manera que conozco de que las cosas que hacemos funcionen, haciéndolas desde el corazón; estando donde realmente queremos estar y no desde el compromiso o el no saber decir que no. Cada día disfruto más de los momentos en familia, de los ojos brillosos de los que desean compartir su tiempo y sus vivencias conmigo. Me tomo estas fechas como una oportunidad de conectar aún más con la mirada interior, con mi corazón profundo, de pasar más tiempo con los míos y me permito sentir y hacer vibrar a la niña que habita en mí; a esa niña que ha recuperado la ilusión por los regalos, por las cenas especiales y el amor de los que le rodean. Y lo mejor, es que en ese sentido, en el del amor, es Navidad todo el año.

Pero hay una tradición que conservo y son las listas de propósitos para el año nuevo, pero ahora, lo hago con otra mirada; desde un lugar más profundo que el simple deseo de liberarme de lo que no me gusta y pedir que el Universo me traiga mágicamente algo diferente o de hacer actos esotéricos sin asumir responsabilidad alguna sobre mi cambio. Para mí, la Navidad es el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Es un buen momento para hacer limpieza, agradecer lo que hemos aprendido  y despedirse de viejos conflictos y creencias y de abrirse al cambio y a lo que éste conlleva. 

Es una oportunidad para tomar perspectiva, prestar atención a las diferentes áreas de nuestra vida y de nosotros mismos y decidir qué nos gustaría transformar o mejorar y qué pasos podríamos dar para propiciar ese cambio; para tomar responsabilidad sobre el diseño de nuestras vidas y contribuir a ello en la medida que nos es posible.

Por ello, me gustaría invitaros a realizar un ejercicio que contribuya a ello. Lo que yo hago es escribir en mi cuaderno personal cada área de mi  vida y debajo de ellas defino claramente los cambios que me gustaría ver reflejados en cada una de ellas y los pasitos que puedo ir dando para acercarme, con sus fechas aproximadas de ejecución (ejercicio propuesto por la Escuela Española de Desarrollo Profesional, en la que cursé parte de mi formación como terapeuta). Me pongo metas con ilusión y, sobre todo,  sin presión; tomo responsabilidad sobre aquello que siento que puedo y, además de esto,  realizo actos simbólicos de psicomagia (un acto de psicomagía, por ponerlo de un modo simple, es como una metáfora; un acto simbólico que usamos para decirle a nuestra psique y al Universo aquello que queremos) para despedirme de aquello que ya no me hace falta (puede ser escribir una carta y quemarla como acto de dejarlo marchar) y también otro acto psicomágico para dar la bienvenida a lo nuevo (puede ser plantar una semilla, etc.). Cada uno que conecte con su corazón profundo, lo respire y elija aquella acción que resuene consigo mismo. No se trata de nada esotérico ni misterioso, sino más bien de un modo de comunicarnos en un lenguaje diferente al de las palabras.

Yo elijo vivir estas fechas desde la consciencia, desde la atención plena y desde la mirada blanda que me proporciona la luz de mi corazón y elijo tomar responsabilidad en mi propio camino…¿y tú?… ¿qué eliges?

Raquel García García

Terapeuta Transpersonal. Experta en Crecimiento Personal y Autoestima.

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Sobre la búsqueda de respuestas

respuestasLa evolución requiere una adaptación al cambio constante al que estamos abocados en este universo. El cambio, hace saltar nuestras alarmas, ya que nos saca de lo conocido; de nuestra zona de confort y nos coloca en la incertidumbre y ese terreno todavía sin explorar, provoca miedo. Ese miedo es natural y adaptativo,  pero deja de serlo cuando en lugar de servirnos para cruzar el puente con sigilo, llega a bloquearnos y nos impide avanzar. Lo cierto, desde mi experiencia, es que nos cuesta mucho asumir que no tenemos el control de lo que nos pasa, que en el fondo, no sabemos nada y que además, eso está bien.

Cuando la vida nos coloca en alguna circunstancia que no nos gusta o que consideramos que no nos es favorable, lo primero que solemos hacer es preguntarnos por qué a nosotros. Esa pregunta conduce inevitablemente al victimismo y, según las creencias de cada uno, puede, que incluso para ciertas personas y ciertos ámbitos sea el detonante de una larga e incesante búsqueda de respuestas sobre el origen de esa “desfavorable circunstancia”.  Algunos correrán en busca de una lectura de cartas o algún tipo de videncia que le de las claves de lo que va a pasar y de cómo solventar el asunto. Otros, corremos a buscar qué actitud, emoción o sentimiento nuestro ha podido provocar la llegada a nuestra vida de tan “amargo compañero”, qué hay en nuestro sistema familiar que no fluye del modo en que debería, qué no estamos haciendo bien con nuestra vida, nos preguntamos si estamos alineados con nuestro propósito o no, nos convertimos en policursillistas de todo tipo de terapias y talleres, etc., lo que sea con tal de librarnos de eso que nos causa sufrimiento. Sabemos que fundamentalmente, son las circunstancias que calificamos de desagradables las que más nos invitan a salir de nuestra zona de confort y a tomar acción y esto puede resultar muy positivo, porque es del propio conocimiento de donde sacaremos el mayor provecho, pero también está, como en todo, la otra cara de la moneda; de esa dualidad, y es que si, a pesar de todo, la circunstancia se prolonga y nos seguimos peleando con ella en lugar de aceptar lo que es y está en curso aquí y ahora, correremos el riesgo de pasarnos la vida buscando esas respuestas; persiguiendo una zanahoria que parece que nunca llega, porque, como he dicho antes, no siempre recibimos las respuestas que deseamos cuando nosotros lo queremos, sino cuando toca y en ocasiones, no toca, por mucho que nos empeñemos en ello, porque a veces, en nuestro camino está esa experiencia y el vivir y experimentarnos a través de ella durante el tiempo que sea necesario.

Y ¿qué puede ocurrir cuando perseguimos algo de una manera tan compulsiva esperando un resultado que no sabemos si llegará o cuándo lo hará? Que nos perdemos la vida…nos perdemos lo que somos y tenemos aquí y ahora…nos perdemos las sensaciones y los regalos que la vida nos está poniendo por delante en este preciso instante, que realmente es lo único que tenemos. ¿Tengo que esperar a curarme de una enfermedad para vivir?; ¿tengo que esperar a tener el trabajo perfecto para considerarme válido? ¿tengo que esperar a tener pareja para hacer las cosas que quiero hacer? ¿necesito tener unos padres ideales para poder evolucionar?…Para mí la respuesta es no. No tenemos ni idea de lo que nos depara el futuro. Lo único que sabemos es desde dónde partimos y es desde ahí desde donde yo puedo trabajar y elegir caminos, pero disfrutando de ello, sintiendo cada paso que doy y aceptando el lugar desde donde parto y lo que me acompaña aquí y ahora. Y tal y como yo lo siento, ahí reside el arte de la adaptación, en ser consciente de los recursos personales con los que cuento y hacer uso de ellos en cada momento para ir avanzando y caminando de la mejor manera posible, pero sin ser dependiente de un resultado; soltando expectativas y controles. No somos erróneos por tener conflictos, sean del tipo que sean, sino seres en constante aprendizaje y evolución y los conflictos, nos guste o no, forman parte del camino.

No siento que haya que esperar a que ocurra nada para vivir, porque mientras hacemos esto, la vida pasa y si estamos aquí, es precisamente para eso, para vivir. ¿Qué mayor sentido podría tener nuestra vida?

No estoy insinuando que siempre sea negativo buscar respuestas a nuestras preguntas, ni que haya que resignarse o que no haya que ponerse metas…aceptación no es resignación, pero tampoco es lucha. Hay un camino medio, un punto de equilibrio en la balanza en el que uno trabaja para sí mismo y hacia donde quiere estar sin llegar a obsesionarse con el control, las respuestas y el resultado, siendo consciente de que vivimos en un universo cambiante con leyes propias; un punto en el que uno siente que sea cual sea el resultado de su trabajo personal, éste, sin duda le llevará a una mayor consciencia de sí mismo y que eso, en sí, ya es un regalo. Es natural y humano desear bienestar. Conocerse a uno mismo y tratar de cambiar actitudes, estados, que no nos ayuden en el camino es sano y positivo, pero siento que la clave es partir desde la aceptación de lo que es, y no desde una huída despavorida hacia delante o hacia atrás; hacia el resultado o el origen. Siento que cada uno de nosotros está llamado a poner los medios necesarios para que nuestro camino sea lo más parecido a lo que queremos que sea, pero una vez haciéndolo, soltarlo y permitir que el universo siga su curso, fluyendo con él es lo que nos brinda sosiego.

Mis mayores estados de paz y bienestar interior han surgido de mi interiorización y aceptación de que no sé nada y de que eso, está bien. Aceptar que no tengo el control, que sólo soy un ser en una aventura humana y que eso es lo que estoy llamada a ser es lo que me equilibra y me pone en sintonía con el momento presente; con lo que me gusta y lo que no me gusta de él. Y así sigo aprendiendo, dando pasos de bebé…experimentando alegría y tristeza, dolor y placer, esperanza y desasosiego y todo el paquete de emociones y sentimientos que forman parte de mi experiencia humana, porque así somos y así estamos diseñados, porque todo esto forma parte de nuestra evolución y nuestro aprendizaje, porque al fin y al cabo, eso es VIVIR…sin evasiones, sin excusas, sin bypasses espirituales, sin redes que amortigüen la caída.

Como siempre, esto que expreso es fruto de mi experiencia y por qué no, de las creencias derivadas de mi aprendizaje. Así que de nuevo te invito a no caer en dogmas y coger sólo lo que resuene contigo y te sirva, y a soltar el resto. Nadie tiene la verdad última sobre nada, las certezas las siente uno como suyas en su fuero interno y lo que le sirve a uno, no tiene por qué ser lo que le sirva a otro. Puede que incluso, yo misma, dentro de un tiempo, no esté de acuerdo con algo de lo aquí expresado…¿quién sabe?…así es el cambio 😉

Raquel García García

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